Se bajó de la camioneta sin imaginar que la muerte lo estaba esperando de manera terrible.

La bulliciosa ciudad de Barranquilla contuvo el aliento mientras la noticia se extendía como un reguero de pólvora: un concesionario de autos local, conocido por su comportamiento discreto, había sobrevivido a un ataque armado. Era un relato que resonaba por las calles, susurrado en cafés y discutido fervientemente en tonos apagados en las esquinas del mercado.